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La limpieza láser es un proceso físico que elimina óxidos, pinturas, grasas y recubrimientos sin alterar el material base. Esto se logra mediante la interacción controlada entre el rayo láser y la capa superficial de contaminantes.
1. Emisión del haz láser
El equipo proyecta un láser de fibra pulsado (1060–1070 nm). Sus parámetros —potencia, frecuencia, duración de pulso y velocidad de escaneo— se ajustan según el material y el tipo de contaminante.
2. Absorción diferencial y selectividad
Los contaminantes absorben más energía a esa longitud de onda que el sustrato. Además, presentan un umbral de ablación más bajo, por lo que se desprenden antes que el material base. Esto asegura que el efecto se concentre en la capa indeseada.
Ablación: eliminación de una capa de material al recibir alta densidad de energía, provocando su vaporización o desprendimiento.
3. Ablación y formación de plasma
Al superar su umbral, el contaminante se elimina por dos vías:
Vaporización por efecto foto-térmico.
Desprendimiento por la presión de un plasma en rápida expansión (efecto foto-mecánico).
El plasma genera ondas de choque localizadas que fragmentan la capa contaminante en partículas microscópicas.
4. Desprendimiento y recolección de residuos
La onda de choque se disipa al instante en la atmósfera, lo que permite que los fragmentos caigan en forma de polvo fino. Estos residuos pueden recogerse manualmente o mediante sistemas de succión.
5. Resultado final
Superficie limpia y sin daños.
Sin contacto físico ni abrasión.
Libre de químicos y consumibles.
Proceso controlable, repetible y seguro.
Conclusión: La limpieza láser se basa en la ablación controlada del contaminante. Su selectividad proviene de las diferencias físicas entre capa superficial y sustrato, garantizando la eliminación de impurezas sin comprometer la integridad del material base.